Feliz jueves a todos!
El lema del concurso: "Cuentos para un cross", aunaba dos de mis pasiones, el running y la escritura, circunstancia que me facilitó enormemente las cosas, a la hora de intentar dar forma a una historia verosímil, pero con un desenlace ciertamente inquietante y abierto a la interpretación del lector. Aunque la temática parecía estar echa a mi medida, jamás imaginé poder alcanzar uno de los puestos de honor, por lo que el correo electrónico recibido ayer, anunciando que mi relato había sido galardonado con el segundo premio, ha sido toda una sorpresa.
Pese a no ser un certamen de renombre, me ha echo una ilusión tremenda, ya que está íntimamente ligado a uno de las citas más significativas del calendario nacional de cross y es el evento deportivo más importante, que se celebra anualmente en mi querido Venta de Baños.
Sin más preámbulos, os dejo con el microrrelato en cuestión, esperando que sea de vuestro agrado.
Siempre
había soñado con ganarlo todo. Hasta ese día en que comenzó a correr después de
escuchar el ¡ya!
Sabía
que tarde o temprano llegaría la derrota, de hecho, llevaba años preparándose
para afrontar ese momento, en el que al cruzar la meta, la cinta estuviera
cortada. Pero no sería hoy.
Cuando
escuchó: preparados, listos, ¡ya!, comenzó a correr. Imaginaba que suya sería
la victoria, como siempre.
Como
siempre, a los pocos metros de iniciarse la prueba, se puso en cabeza.
Como
siempre, no admitió un solo relevo de sus rivales.
Como
siempre, corrió de una forma altiva, sin echar la vista atrás.
Como
siempre, dio 623 zancadas por kilómetro, ni una más, ni una menos.
Como
siempre, fue el primero en escuchar el repicar de la campana, que anunciaba la
última vuelta.
Estaba
corriendo como nunca, pero una sensación de angustia comenzaba a acuciarle…
Sintió
el jadeante aliento de un rival a escasos centímetros de su nuca, era una
respiración agónica, casi animal.
Sintió como su percepción del tiempo,
comenzaba a ralentizarse.
Sintió como el otrora bullicioso público, permanecía
en silencio, impasible, irritántemente ausente.
Sintió como la incertidumbre se
tornaba locura, al ver que la pancarta del último kilómetro, se alejaba más y
más a cada zancada que daba.
El paisaje urbano iba perdiendo su forma,
desnudándose ante sus ojos; en el horizonte, la nada.
Corrió
como nunca. Pero no pudo encontrar la meta.
Fotografía: Palabra de runner.
En fechas venideras, espero poder traeros a "Millas y birras" el microrrelato ganador y el tercer clasificado (geniales ambos), si sus autores lo tienen a bien.
Proximas paradas: media maratón de Plasencia y visita a la factoría de San Miguel en Burgos.
Un saludo a todos los viciosos del running.
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