Feliz lunes a todos, el microrrelato de hoy se lo debemos agradecer a Oscar Redondo Escudero. En su desarrollo, toca temas tan delicados como la senectud y la soledad, pero como sus tres predecesoras, en el desenlace, deja una puerta abierta a la esperanza, que a la postre, es el sentimiento al que nos aferramos y que nos hace seguir hacia adelante, persiguiendo nuestros anhelos, sueños e ilusiones:
El día amaneció tan oscuro y triste como su alma, nada hacía presagiar que hoy cambiaría su vida para siempre, su roto cuerpo se desplazó hasta la única silla de su vetusta habitación. Los dolores de sus piernas, sin saber porqué, habían desaparecido. Estaba nervioso, no encontraba el motivo, pero una extraña sensación se había apoderado de él esa languida mañana. De repente, "ding, dong", el sonido de la puerta, tan pocas veces escuchado, estalló en sus oídos. Cogió la cachaba, lentamente acercó su cansado ojo a la mirilla y observó; al otro lado estaba una joven rubia, de enorme sonrisa blanca y coloretes rojos, al cuello una preciosa medalla. - ¿Quién es?. -Abre abuelo, soy yo. Despacito abrió la puerta, la chica entró corriendo, lo besó y susurrándole al oído le contó. -¡¡¡Abuelo!!! ¡¡¡lo he conseguido!!!, tu sueño se ha hecho realidad, ¡¡¡He corrido el maratón!!!. Él, simplemente sonrió, el alzheimer que le consumía, no le permitía recordar, se dirigió a la cama y abrazado a la medalla de su nieta, simplente cerró los ojos, esbozó de nuevo una sonrisa y bajo la mirada tierna de su nieta, durmió.
En breve la crónica de los 10K ciudad de León, disputada este domingo y en la que disfrutamos a partes iguales de la carrera y da las tapas del barrio "Húmedo".
Un saludo a todos los viciosos del running (y de los microrrelatos).
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