Feliz jueves a todos. Llevo diez días sin publicar una sola entrada, a excepción de los dos artículos de Runner's, que a pesar de ser muy interesantes, no dejan de ser un simple copia y pega. Este tiempo de inactividad no viene dado por falta de constancia, ni pérdida de interés hacia el blog, al contrario, siempre estoy pensando en nuevas historias con las que sorprender y entretener; lo que me faltan son horas al cabo del día para poder plasmarlas. Entre el trabajo (estrés prevacacional), los eventos (bodas, comidas y fiestas) durante los últimos fines de semana y los entrenamientos, me resulta prácticamente imposible dedicarle la atención y el respeto que se merecen estas lineas.
Como propósito de enmienda en estas vacaciones, en primer lugar voy a intentar escribir más a menudo y en segundo lugar, voy a tratar de no engordar demasiado, ya que el año pasado durante mi permiso estival se me pegaron al riñón alrededor de 5 kilos y no veais la de kilómetros que me costó quitármelos de encima. Espero no tropezar en la misma piedra y ser más coherente con la alimentación durante mi estancia en Benidorm y durante las fiestas de Santa Rosa, y sobre todo correr más millas y tomar menos birras, ese será mi gran reto para afrontar la pretemporada con garantías (y también para soportar la presión a la que me está sometiendo mi amigo Juanchi diciendome que en la próxima carrera me va a soplar la nuca).
Aquí os dejo otro microrrelato, espero que sea de vuestro agrado:
"¡Qué más me puede pasar!"
- ¡Vaya día! - Espetó, dirigiéndose al box número tres; y mientras se acomodaba en la camilla, seguía farfullando:
- Llego tarde a la salida, me toca mendigar un par de imperdibles para el dorsal, con las prisas no me pongo las tiritas y acabo con los pezones despellejados, me olvido de darme vaselina en las ingles, por lo que andaré una semana como John Wayne, a mitad de carrera se me acaba la batería del gps y no va a quedar registrada mi mejor marca de todos los tiempos en un 10000 y para colmo, tengo que aguantar a estos matasanos que por un simple mareo me van a hacer perder toda la mañana, ¡pero qué más me puede pasar!
No había acabado de recrearse en su mala suerte, cuando un fornido doctor entró en el box y mientras se enfundaba unos guantes de latex, le ordenó con voz firme:
- Incorpórese, póngase mirando hacia la pared, bájese los pantalones y la ropa interior y sobre todo, relájese...
- ¡NOOOOOOOOO!
Un saludo a todos los viciosos del running.
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